sábado, 26 de abril de 2008

EL NARCOTRÁFICO COMO UNA FATALIDAD

Señala Carlos Monsiváis que la atmósfera del narcotráfico es un componente esencial del México del siglo XXI, en su afirmación no existe ningún dejo de falta de verdad, pues la cultura de la violencia se ha asentado en el país generando desequilibrios sociales que impactan en la convivencia cotidiana, redefinen acciones gubernamentales que, sin embargo resultan inoperantes ante el grado de penetración que los recursos emanados de esta actividad delictiva impregnan las esferas de justicia.
Ante la presencia del narco los gobernantes son actores incapaces de brindar respuestas, su optimismo manifiesta una incomprensión de la problemática que envuelve el tema, pues desde su espacio territorial el narcotráfico es un asunto que merece atención si este alcanza proporciones de ingobernabilidad, y ni siquiera ahí el gobernante tiene la respuesta contundente, es entonces cuando aparece el ejército para “resolver” lo irresoluble. El narco no es conflicto menor, como problema alcanza cada uno de los tejidos sociales que componen al país. Los asesinatos alteran la composición de la familia, en el ámbito del individuo este problema se complica como esa figura mítica de jano, sin embargo, a pesar de múltiples ítems que se ven reflejados, el narco es sin duda una industria con capacidades de operación que rebasan los distintos ámbitos de gobierno.
La estrategia de combate no sólo manifiesta deficiencias, las políticas de prevención adolecen de una amplia difusión en el núcleo de población expuesta, la población joven del país reconoce su consumo, reconoce que el tráfico de drogas forma parte de su acontecer diario. Para ello, no mostremos un indicador de combate al crimen como un asunto de guerra genérica, donde una buena pregunta es siempre ¿cuántos muertos más señor presidente?, para cambiar la estrategia, para modificar los programas y en lugar de combate permanente, establecer la prevención permanente.
El error de combatir al narco desde la lógica de la violencia, sin desconocer que el narco ha tratado de constituirse en una fuerza que genera sus propios espacios de influencia y de control de zonas del territorio nacional, es a partir de valorar que una profesionalización del trabajo de prevención y combate requiere de una fuerza del orden con salarios dignos, de profesionalización, no sólo en los cuerpos de élite, o los cuerpos creados ex profeso para apoyar en las acciones de combate a la delincuencia. Señalamos lo anterior en momentos en que el reclutamiento de ex miembros del ejército para formar parte de los grupos delictivos es una actividad que no se oculta. El narco ha generado su propia estructura en la misma tendencia que una empresa lo realiza con miras de establecer escalafones, bonos, y una serie de prestaciones de los que la prensa ya ha hecho mención en varias ocasiones.
EL NARCO Y LA POLÍTICA
Desde novelas ficción, hasta crónicas periodísticas el dinero caliente ha sido parte de los temas que la política no ha podido erradicar de sus agendas, las diversas reformas que se han llevado a cabo en los últimos veinte años han buscado resolver el problema, del cual la política no escapa en la medida de que hay una relación intensa con el poder económico. El alto costo de las campañas electorales, los vínculos personales de políticos y delincuentes son hoy parte de los archivos periodísticos, donde aparecen actores de la izquierda como de la derecha en franca convivencia. El dinero del narco no hace distinciones.
El narco compra, cobra, asesina o por lo menos esa es una de las vetas que llevan a los investigadores a llevar procesos en los que políticos se ven involucrados. Desde esta perspectiva, en donde existen nexos de complicidad y cooperación, entre narco y política, o de solapamiento de acciones delictivas, al interior de la actividad política, son muestra de que la atmósfera del narco forma parte del ambiente de la vida del México del siglo XXI, donde sin duda los perdedores en esta guerra es la sociedad, son las víctimas inocentes que se encuentran en medio de las balaceras, que se encuentran desprovistas de protección luego de que el ejército acaba sus campañas de combate al narcotráfico. En pocas palabras los espacios que el gobierno deja vacíos no los llena las fuerzas del orden locales debido a la débil estructura de protección con que cuenta. Es por eso que, la batalla es desigual.