viernes, 5 de septiembre de 2008

¿EL GOBIERNO DE GABINETE UNA OPCIÓN?

Entender la posición de Manlio Fabio Beltrones con respecto a la idea de un gobierno de gabinete si es que así fuera, adolece de un análisis crítico sobre cuestiones tan complejas como es la interacción del gobierno con el sistema de partidos, el sistema electoral y desde luego el sistema de valores que definen la cultura política de la sociedad mexicana. Veamos: La propuesta se ha construido sobre la base de que el gabinete tenga responsabilidad ante el Poder Legislativo, hasta hoy recuérdese que el gabinete sólo tiene que rendirle cuentas al titular del Poder Ejecutivo con lo que se cumple una de las características del sistema presidencial, así tenemos que no hay capacidad del Legislativo para nombrar o sustituir a miembros del gabinete, lo que más se puede reglamentar es que esa prerrogativa fuera un acto consensuado, sin embargo aunque el modelo sufriera ese ajuste el secretario de despacho responde al Plan de Desarrollo que el presidente de la República esta obligado a presentar ante la sociedad y el cual determina el marco que establece los principios y objetivos de dicha administración e incluso el plan sectorial. Es así que si existiera alguna capacidad de veto legislativo a algún miembro del gabinete este veto no contradice la facultad de nombrar al equipo que coadyuvará en su mandato al presidente.

De esta manera si hubiera responsabilidad de nominar a los miembros del gabinete por parte del Legislativo estaríamos ante un problema de responsabilidad pública, pues literalmente el miembro del gabinete tendrá dos jefes: el presidente y el Congreso. El dique para que esta propuesta se evite la tenemos en un elemento en donde se involucra la legitimidad y la legalidad como factores que permiten entender por qué no hay posibilidad de que haya una responsabilidad del gabinete ante el legislativo, y el motivo que mejor se apega a nuestro argumento es que ambas instituciones Ejecutivo y Legislativo emanan del voto ciudadano, y  aún más una representa la soberanía popular y la otra la soberanía y representación del Estado, es así que el sistema presidencial no permite un Ejecutivo dual hay un sola cabeza de mando y ese es el presidente. Por  eso una distinción aun más fuerte que describe la imposibilidad de que el Congreso sea un actor que vea por la conformación del gabinete es la que nos dice que el poder ejecutivo ejerce el mando como jefe de Estado y jefe de gobierno, cualquier modificación a este criterio desvirtúa y absolutamente estaremos ante una nueva forma de gobierno, y ante ello tenemos que tomarlo con la calma y ejercicio reflexivo de que la decisión sea la más acertada para el país.

Así para aceptar el cambio se requeriría la transformación de la estructura y organización nacional, regional e incluso local de los partidos políticos con el objetivo de conformar fuerzas políticas con una mayor interacción con sus militantes y electorales. De esta forma los partidos ligados con su entorno recogerán las demandas y expresiones más vinculantes posibles, pues se buscaría que la parlamentarización del sistema político que de facto ocurriría, tuviera actores más sólidos en lo local, en donde su responsabilidad también aumentaría pues los hilos del gobierno al menos en cuestiones de administración quedarán en manos del Legislativo. Por tanto se requiere de un partido distinto en términos ideológicos, en términos de propuestas legislativas que emanen de las plataformas y programas del mismo partido, no como hoy ocurre donde la propuesta electoral nada tiene que ver con los principios y programas políticos que definen el planteamiento general de un partido, por decir lo menos a veces se contradicen.

Por otra parte hay elementos históricos que imposibilitan también este cambio, normemos nuestro criterio a partir de que hemos constituido por más de 180 años de vida independiente nuestra idea de gobierno ligada a una figura fuerte a la cual hacemos responsable de todos lo males que aquejan a la nación. Es la figura mesiánica, el ogro filantrópico, el señor presidente, el hacedor de futuro a políticos en ascenso. Desde esta perspectiva el sistema presidencial tiene un arraigo histórico en nuestro sentir nacional, cambiarlo quizá sea el factor más maleable y factible de estimular, pero, ¿cómo se destrona una figura en un periodo Legislativo de tres meses de trabajo? ¿el tránsito de un modelo a otro con qué figura lo reponemos mientras el cambio cobra efecto? ¿estamos preparados para una modificación de este tipo? ¿no se requiere que la propuesta sea avalada por el conjunto de la sociedad mediante un refréndum, plebsicito? Esta última pregunta cobra sentido y la formulamos como la más importante porque creemos que no es una cuestión menor, si el Legislativo se encarga de proponer un gabinete para imponerlo al Jefe de Gobierno tendremos que las atribuciones del Legislativo crecen y si es así, entonces nuestro asunto meramente administrativo y que es pensado como solución para que los secretarios de despacho sean responsables de sus actos, al menos eso se dice, se convierte en un problema político de gran relevancia pues lo que parece una medida que permita la rendición de cuentas y la responsive se convierte en un debilitamiento de la figura presidencial. Y eso no puede ser posible jamás. Una reforma del Estado en un sistema presidencial no debe plantear la debilidad de un poder para fortalecer a otro al menos si lo que se quiere es seguir manteniendo el sistema. Por eso, concentrémonos en una tarea de menor alcance pero de mayor utilidad revisemos y corrijamos los errores del modelo y al mismo tiempo valoremos las virtudes del sistema presidencial que por algo perdura en zonas importantes del mundo.