La propuesta de reforma planteada en el decálogo enviado al Poder Legislativo por parte del presidente Felipe Calderón adolece de claridad que corresponda al contexto que México ha vivido en los últimos treinta años. La mecánica del cambio político se sustentó en una profunda ingeniería político-electoral que ha implementado un modelo representativo en el que el régimen democrático-liberal ha quedado secuestrado. Su principal alteración provino del desdén que desde el poder se tuvo por el respeto hacia el marco institucional que el llamado gobierno del cambio impuso como forma personal de gobernar desde el año 2000. Quizá el punto central se tenga que observar en la falta de respeto en las reglas de la competencia, las declaraciones imprudentes de Vicente Fox al señalar “que se desquitó cuando ganó su candidato”[1] hechas en febrero de 2007 dan muestra de este comportamiento que sin miramiento por garantizar una contienda igualitaria y equitativa entre las fuerzas políticas tuvo el entonces presidente de la República al apoyar de una manera decisiva a uno de los candidatos. Podemos hacer notar que el propio Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación mostró en su dictamen de calificación del proceso de la elección de presidente de los Estados Unidos Mexicanos puso atención sobre las declaraciones e injerencia que Vicente Fox tuvo en el proceso al señalar que “se constituyeron en un riesgo para la validez de los comicios (sus declaraciones y acciones)…”[2]
Sin duda el país ha sido impactado, las instituciones que dieron certeza, validez y legalidad a los procesos electorales han sido trastocadas de manera severa. Ha sido tal el daño que la mayor crisis que ha tenido el Instituto Federal Electoral desde 1996, fue vivida posterior al proceso electoral de 2006 con la salida del consejero presidente y otros cinco consejeros. Será 2008 un año que trajo cambios en temas circunscritos a la presencia en medios de comunicación por parte de los partidos, los dientes con que se dotó al IFE lo hicieron ver como un agente sobre regulador. La realidad nos mostró un árbitro incapaz de ejecutar lo establecido en la ley, no hubo capacidad para desempeñar sus nuevas atribuciones.