jueves, 13 de agosto de 2009

Yo, yo también soy Raúl Alberto Medina González

Mi nombre es Raúl Alberto Medina González estoy preso en un penal en Campeche. Mi delito es ser pobre. Mejor dicho para el modelo económico que impera en México ni siquiera formo parte del ejército de reserva del trabajo, nadie reclama mis servicios, no soy útil socialmente, no tengo lugar, en otro tiempo esta condición me hubiera ubicado como un utópico por no contar con lugar ni espacio. Hoy soy un excluido, una vida desperdiciada, un residuo que Zigmunt Bauman teórico social y autor de la sociedad líquida, le ha encontrado lugar: el basurero. Soy parte de esa nueva clase que es parte de la periferia de la sociedad capitalista, la subclase de “los humanos residuales”.

Como producto de una sociedad neoliberal este campechano, mexicano ha sido marcado por una lógica justiciera que condena no bajo el amparo de la legalidad sino de la sinrazón del ejercicio del monopolio de la violencia legítima, es una victima del Estado. Su delito quizá, su expediente dice, ser pobre. El no lugar baumaniano es la prisión, de Raúl Alberto Medina González y su pequeño hijo de tan sólo 2 años, han sido detenidos cerca de las vías del tren, los agarraron in fraganti recogían la chatarra que los obreros dejan cuando cambian los durmientes de las vías del tren. En sus manos tenían clavos y pedazos de metal. Es su manera de sobrevivir, para por lo menos mantener un poco el control y destino de su vida en sus manos.

Otrora monumento de la modernidad los residuos del tren sirven como medio de subsistencia, podemos decir que hoy sus vestigios, la basura, la chatarra es motivo para que Raúl y su hijo de dos años sean consignados por la Policía Federal Preventiva por atentar contra las vías de comunicación y por robo. Hoy está en el Cereso de San Francisco Kobén en el área de delitos federales, ese es el departamento reservado a los “residuos humanos” a los que el sistema capitalista, la sociedad de libre mercado no reclama ni reclamará para absorberlos e incorporarlos al servicio activo, a la población económicamente activa. Este es mi grito, para denunciar la inoperancia del imperio de la ley, para decir que aún en este país que se debate en ser moderno tiene territorios donde se cometen atrocidades, es decir condiciones “antitéticas de un proceso justo”. Lo que me lleva a asumir mi postura de defensa es que la aplicación de la ley, es claro que en el caso de Raúl Alberto Medina, es total, es una acción de la justicia excesiva sobre este mexicano que debe estar contemplado entre los 51 millones de mexicanos que viven bajo la pobreza de patrimonio y alimentación.

Raúl recogía clavos y pedazos de metal para contar con ingresos insuficientes para intentar satisfacer necesidades básicas de alimentación, no más, el kilo de fierro ronda en .80 centavos, imaginemos este neo gambusino recorriendo cientos de metros o kilómetros para obtener un número importante de desperdicio. Raúl no piensa en satisfacer otras necesidades básicas como salud, alimentación, vivienda, vestido y educación, sencillamente porque no alcanza. Es uno más que vive la carencia de derechos, que sufre discriminación por parte de la burocracia estatal. Es un ciudadano formal quien vive esta irracionalidad de la razón jurídica, es un subciudadano en la práctica quien enfrenta procesos en los que lo que se juzga deconstruye su humanidad, atenta contra su integridad. Salvemos a Raúl a pesar de que sea la justicia un proceso arduo, costoso y lento. Digamos nunca más a un proceso de discriminación de un mexicano. Yo, yo también soy Raúl Alberto Medina González.