miércoles, 15 de septiembre de 2010

El ausente

El México del siglo XIX tenía una conformación social dividida en dos grandes sectores: decentes y leperos; los primeros como dice Alejandra Moreno Toscano eran los que tenían futuro, eran los que contaban con un trabajo, eran útiles a la sociedad, mientras tanto los léperos eran un sector que no era útil a la sociedad, eran improductivos, en síntesis eran groseros, insolentes y vagos.

Desde esta imagen el México del Siglo XIX tenía instrumentado un mecanismo de autoridad basado en un configurado paternalismo que derivaba en formas clientelistas de subordinación. Se establecían relaciones de clientela para favorecer el control, bajo una figura mediadora se permitió establecer una relación directa con el alcalde conforme a elementos corporativos en los que sólo se reconocía el acuerdo cupular entre la organización y el poder político.

Este pequeño mundo de corporaciones prefiguró un mundo en el que los improductivos que no tuvieran un organismo que les permitiera contar con un representante se enfrentaban a la policía de manera directa. Es decir no existían consideraciones que le permitieran sortear a la justicia, a menos que se insertara en ese mundo de complicidades y manipulaciones políticas de las que formó parte el conjunto de la sociedad.

Esas manipulaciones permitieron crear bloques sociales que permitieron conformar grupos de apoyo entorno del aspirante a presidente y futuro patrocinador de la vida pública corporativa. Los paleros (denominados así por su función como removedores del lodo de las acequias de la ciudad) se convirtieron en verdaderos brazos de aplausos para que los políticos liberales fueran ovacionados.

Ese mundo no está ajeno a la conformación de una conciencia nacional pues a pesar de que hay una fractura social o un déficit de cohesión social será este amplio grupo social el que impulsará la resistencia a todo ejército ajeno, por eso recuerda, rememora sus gestas, asumo que la resistencia de 1848 es una movilización de montoncitos de peladitos en la que la población decente y las propias autoridades se negaron a hacer frente, el llamado a la calma mediante carteles, fueron desconocidos por la población que habitaba los barrios.

Esos barrios son los que reclamaron y enfrentaron improvisados a los enemigos con sus pocos o muchos instrumentos, establecieron milicias, en los barrios eran vistos como héroes en las calles de la gente decente se temía esta resistencia que reconocía su territorio como inalienable. Como un lugar de defensa por el “montón de peladitos” que Guillermo Prieto describe de manera costumbrista. Lo que se advierte a partir de lo hasta aquí descrito, la expresión espontánea no se contiene por el contrario se le incita su presencia, al fin y al cabo el centro de la ciudad es suyo lo han defendió, lo han reclamado como suyo, se asumen patriotas de cualquier hacían una bandera tricolor ese es el México de una fiesta no institucional que hoy septiembre de 2010 no encontramos en la serie de actividades que forman parte del festejo del Bicentenario.

Hoy se le convoca y se le desconvoca, la fiesta es para los amigos del partido del presidente y de burócratas de mandos medios hacia arriba, y el peladito no aparece. Existe una representación es un Coloso de rostro pétreo, mira hacia la nada, pero no es el pueblo, no es el barrio. No hay lugar para ellos, se les invita esta vez sí (en la última semana), pero a ser espectador de televisión porque se verá mejor (en la plaza se restringirá el ingreso, sólo 60,000 personas tendrán acceso los demás se quedarán fuera), se invita a observar su evento como un usuario de internet, en un país donde sólo 5.9 millones de hogares cuentan con computadora, ese es el evento que ha costado más de 45 millones de dólares.

Y la contradicción va y viene, la zona VIP de los panistas semeja el mundo de la sociedad decente, y los peladitos, la bola, fuera del círculo, del oído del presidente para que la fiesta pase en paz para que sea una fiesta tranquila, que se evite el gruñido de los improductivos de los que se encargan de reproducir la historia de forma oral ellos no están no existen. A menos que… el político reclame su voto.