martes, 6 de octubre de 2015

Ciro B Ceballos y la élite cultural de los modernistas


Ciro B Ceballos fue miembro del grupo de los modernistas, aquel grupo que surge como reacción a la censura a los versos que José Juan Tablada había incorporado en su poema Misa Negra[1], es en suma un movimiento litetario que en oposición a lo académico, desprecia el romanticismo nacionalista y por el contrario dota a la prosa dentro del periodismo de un sentido formal de lo “bien escrito”, ofreciendo un vocabulario novedoso y aprecio por las alegorías[2]. Ciro el Mordaz o Ciro el del verbo nuevo son dos de los sobrenombres con que se referían a este integrante del modernismo de prosa caústica. Ceballos no sólo fue escritor quizás sólo quería ser reconocido como periodista, sin embargo en su primera parte de su juventud la cercanía a los escritores que formarán el grupo de los modernistas determinarán una carrera que hoy, descubrimos clave para conocer la historia de los miembros de esta corriente artística que vino a renovar las letras mexicanas.
Desde su juventud la fidelidad a la corriente literaria de los naturalistas o realistas le permitirá formar parte de la segunda generación de este importante grupo. A pesar de que como el propio Ciro lo reconoce, él no se hacía pasar por un decadentista sino como un resuelto “individualista”. Dichas frases hacían recordar las pronunciadas por Manuel Gutiérrez Nájera con respecto al debate que en el Liceo Hidalgo se desarrollaba, en 1885, en torno de las literaturas nacionales, pues el Duque Job asumía que para que una literatura (mexicana) “... tenga un carácter propio, se necesita que los literatos cuyas obras la compongan, estén dotados de poderosa individualidad... Una literatura propia no es, en resumen, más que la suma de muchas poderosas individualidades...”[3] Esas mismas individualidades que Ciro Ceballos plasma a manera de pincelazos tersos e incluso bienintencionados que habrá que volverlos a revisar después de que el propio autor los conjunta en el libro En turania a partir de un retrato individual que elabora de cada uno de sus compañeros modernistas, en dicho libro realza el interés, valor e incluso la voluntad de, en este caso, el artista para representarlo construyendo una
“... representación como construcción estética con fines psicologizantes se hace evidente cuando se observa que cada detalle (atributos, escenarios, poses, objetos asociados, símbolos) está codificado con un propósito y que incluso el paisaje de fondo suele significar la esfera de actuación pública.[4]
La pregunta en torno de la representación es básica, ¿qué trata de presentar Ceballos con los retratos que elabora de los miembros de la revista Moderna? Quizás valga la pena retomar la periodización que sobre los modernistas se han hecho para dar cuenta que Ciro B Ceballos no es ajeno a esta condición de crítica temporal, pues su obra está altamente impregnada del debate modernista antes del giro de la revista en 1903. Al respecto de estas representaciones señala Adela Pineda Franco lo siguiente:
“Estos textos e imágenes proponen nuevas formas de sociabilidad literaria, como las ensayadas en el bar construir un espacio cultural antagónico, en apariencia, a la moral pública encarnada en Doña Carmen Romero Rubio, la católica esposa de Don Porfirio, pero a la sombra de restricciones de género y mediante una marcada misoginia. Al reverso del hombre porfiriano, hacedor del espacio público y protector del privado, la revista exhibe las patologías del héroe decadente. El receptor idóneo para una revista que promueve el decadentismo, se formula sobre la base del campo europeo, y es el que lee a Barbey d’Aurevilly (Ceballos, “Balbino Dávalos” [1 Jul. 1898]: 11). Dentro de esta formulación, se erige una crítica a las prácticas lectoras de la burguesía porfiriana, a la vez que se expone la marginalidad del escritor finisecular frente al público.”[5]
Para sus contemporáneos, como Bernardo Couto, Ciro fue caracterizado como un autor “doloroso” en el que la prosa breve y concisa estuvo ya presente; sin embargo no deja de estar presente esta descripción dura, llena de referencias horrísonas. Es el mismo Couto quien señala que el primer libro de Ceballos titulado “Claro Oscuro” es “...cruel, áspero y desnudo como la carne desgarrada sobre la plancha del anfiteatro...”[6] La enérgica prosa de Ceballos de la que fue practicante y la que definió su estilo estará acompañándolo lo mismo en sus apologías o en sus textos políticos. Más cercano a Baudelaire o Émile Zolá sus preocupaciones sociales irán determinando su interés narrativo, al respecto Luz América Viveros señala “… se advierte la influencia de Catulle Mendès y de Émile Zola: en el determinismo realista al estilo de cuento de hadas macabro, y los condicionantes naturalistas...”[7] no sin antes dejar constancia de su ojo crítico y benevolente con el grupo que tras el nombre de los decadentes[8] y posteriormente modernistas trazaron una crítica feroz contra, lo que Gutiérrez Nájera señalaba, esa visión donde el arte es educador por el contrario el modernista buscaba que el arte busca la belleza y es desde ahí que propone oponer
“... a la tradición de la escuela nacionalista de Ignacio M Altamirano, al alejarse de todo dictado o sujeción temática porque ahoga[ban] el genio del poeta. Empezaba a perder vigencia la escuela nacionalista de Altamirano que veía la literatura como una expresión fiel de nuestra realidad nacional; escuela que defendió a la patria más que a los valores puramente formales, que resumió a la literatura en una belleza moral, que circunscribió al poeta a una misión didáctica de promover y difundir la conciencia nacional...”[9]
En suma, Ciro B Ceballos desde la concepción de las apologías que hace de los modernistas y que serán parte del cuerpo del libro titulado En turania trata de construir el espacio que a modo de vitrina permitió mostrar “... la identidad artística de la revista y del grupo...”[10] A manera del boulevard que describe en el apartado del mismo nombre la serie “seis apologías” publicada en la Revista Moderna, se da cuenta de la independencia del arte, asimismo nuestro autor nos hace saber de
Las intenciones de Ceballos al reunir sus diez retratos no son únicamente bosquejar a sus amigos, sus tertulias y sus salidas a los bares, narrando cómo, años antes de que el libro saliera —en esos años en los que estuvo publicando las semblanzas— cerraban filas en pos de defender una poética; en cambio, establece una relación entre el hombre de letras y el intelectual, exige que la finalidad última de la literatura no sea solo publicar libros y ser aplaudido en un cenáculo cerrado del demás mundo cultural y de la sociedad, sino hacerse crítico desde esa misma sociedad.”[11]
La ruptura con el pasado, con lo viejo, el quiebre y desagrado con los rimadores populares determinó una identidad que Ceballos presenta como un cuadro en la que el grupo es todo menos eso, no existía identidad que estuviera constituida por una corriente artística uniforme, era un grupo sin grupo, incluso Ciro Ceballos va más lejos al sentir repugnancia por los maestros “...no podíamos tener discípulos...”[12] para nuestro personaje a lo más había una fraternidad psicológica, incluso José Juan Tablada habla de “... un parentesco fisiológico, una idoneidad psíquica que únicamente compartían ciertas idiosincrasias nerviosas, ciertos temperamentos hipertestesiados.[13] Una fraternidad que se extendía desde las oficinas de la Revista Moderna pasando por la casa de Valenzuela hasta ocupar su verdadero nicho el bar.
Segunda parte...
Al respecto Ciro B Ceballos señala que los modernistas tenían un centro bifronte por un lado era Jesús Valenzuela “... cuya casa, como dicho queda, frecuentábamos  los domingos; más los lugares de nuestra asistencia habitual era el Salón Bach y la Cervecería de la Palma, establecimientos frecuentados por alemanes, por ser no solamente germánica la cocina, sino excelente la calidad de la cerveza.”[14]
Podemos reconocer la centralidad de estos dos lugares al retomar la biografía de Rubén M Campos quien señala  que su generación dividía su tiempo ocupando la mitad del mismo en estancias en la oficina de la Revista, la cual fue rentada por Jesús E Valenzuela en la esquina de Plateros y Bolívar “... adonde procedió a llevar magníficos muebles y preciosos cuadros, tapices, mármoles y bronces de su casa; y de noche a la mañana apareció la revista instalada en una espléndida casa señorial a la que se ascendía por amplias escaleras coloniales, y a cuyas salas se entraba sobre espesas y muelles alfombras para descansar en amplios sillones y en espléndidos divanes en dolce far niente...”[15] es así que se descansaba de las actividades que realizaban en el bar en la oficina y viceversa. El bar como las comidas en casa de Jesús E Valenzuela tenían por principio la cortesía y la generosidad que provenía del compartir la copa, es así que podemos pensar que los quince comensales recurrentes a la casa de San Pedro de los Pinos o en Tlalpan del poeta Valenzuela
“...entre quienes destacaban Tablada, Nervo, Dávalos, Couto Castillo, Ceballos, Ruelas , Gedovius y Campos ... [después de comer y beber vino francés y/o coñac se veían envueltos] en una sabrosa charla sobre arte y literatura. Todavía se practicaba el arte de la conversación en esos encuentros de intelectuales, quienes se distinguían por su epicureísmo.”[16]
La presencia de Jesús E Valenzuela es de suma importancia para la concreción de la Revista Moderna esfuerzo editorial que en su primer número tuvo a Bernardo Couto como “desfundador” quien se había dado a la tarea de buscar los recursos, y los cuales fueron proveídos por una herencia familiar, es así que el dinero llegó y el “primer número de la Revista Moderna, quincenal con dieciséis paginas, vio la luz pública, sufragando los gastos el gosse.”[17] De esta manera el proyecto literario que José Juan Tablada había confeccionado y a la que invitaba a sus “... compañeros Jesús Urueta, Balbino Dávalos, Alberto Leduc, Francisco de Olaguíbel y José Peón del Valle, en la que se refirió a la creación de una revista moderna...”[18], se concretó cinco años más tarde a aquella invitación publica del poeta Tablada, pues es el 1 de julio de 1898 cuando apareció el número uno que fue financiado por Bernardo Couto.  Ciro B Ceballos no sólo nos permite saber de la materialización de la publicación si no de los entuertos y desconfianza que miembros de los modernistas tenían con respecto a la capacidad económica del primer promotor y agente financiador de la Revista tanto Alberto Leduc como Jesús E Valenzuela dudaban de que la fortuna de Couto y sobre todo la familia del autor de Asfódelos le permitieran financiar una revista literaria. Rápidamente el segundo número fue acogido por Valenzuela quien además de financiar el proyecto literario fue también el director, al respecto Ceballos señala que la dirección fue otorgada al también poeta y mecenas por la votación unánime de los redactores, comité del que nuestro personaje era miembro. La llegada de Jesús E Valenzuela al modernismo está envuelta en su solvente nivel económico y a su “...quehacer como promotor y director de la Revista Moderna. Generoso favorecedor de sus mosqueteros malditos, como lo llama Vicente Quirarte, compartió la inquietud de cambio en la expresión literaria con la que comulgaban los modernistas. Brindó su apoyo a los nuevos escritores, quienes, en muchos casos, no dudaron en dedicarle sus cuentos o poemas.”[19]
Los tumbos que la publicación durante su nacimiento fueron claroscuros pues si para el primer número el problema financiero permitió la llegada de Valenzuela el deceso de la esposa del poeta permitió que el hacendado Jesús Luján asumiera la empresa de financiar la Revista.
Al respecto Adela Pineda Franco da cuenta de las dificultades que la Revista tuvo en materia de financiamiento, así como el importante papel que Jesús E Valenzuela, Jesús Luján y Ramón Corral ocuparán en materia financiera, en tres etapas distintas respectivamente.
“... En un artículo que conmemora sus diez años, los redactores señalan que no pudieron apoyarse en sus subscriptores durante la primera época, sino “en su propio esfuerzo” (Ag. 1908: 323-35). El mecenazgo y el subsidio fueron entonces imprescindibles. Así lo documenta en sus memorias el director de la revista, Jesús E. Valenzuela (123-35). Este personaje prototípico de la cultura porfiriana dada su incursión ejemplar en la vida pública del régimen (confidente de poetas, de políticos y de millonarios; diputado y terrateniente [Quirarte 21]), no sólo fungió como el principal agente mediador entre el licencioso bar de los decadentistas y el foro de las buenas costumbres porfirianas, sino como promotor financiero al negociar el mecenazgo del millonario Jesús Luján y el subsidio de Ramón Corral, ministro de gobernación.”[20]
Los años en que Ciro B Ceballos estuvo ligado al grupo de los modernistas le permiten publicar tres libros que compilaban una serie de cuentos Claro-obscuro (1896), Croquis y sepias (1898) y Un adulterio (1903) que destacaban por “... introducen imágenes asociadas con los paraísos artificiales, crímenes, perversiones y personajes con estados alterados de conciencia. Las tesis de algunos de sus relatos, muy semejantes a las de Couto Castillo, deja entrever la idea de la transgresión como una vía al conocimiento. "Los cuentos de Ceballos -afirma Emmanuel Carballo-, de ascendencia francesa, son refinados y crueles, y la actitud del autor frente a la historia que narra es rebeldes y desencantada".[21] En su obra incorpora la propuesta estilística del decandentismo, sin que quede exento en su propuesta literaria la denuncia hacia la dictadura. En sus textos sobre todo sus memorias “están ahí las represiones del porfiriato, las injusticias sociales, el abismo económico entre ricos y pobres, la manipulación ideológica, la doble moral, la persecución política.”[22]
Cabe destacar que la prolífica pluma de Ciro B Ceballos no sólo le permite la creación de los libros de relatos durante el último quinquenio de la década del siglo XIX, pues según consta para octubre de 1899 ya había concluido la primera versión de En Turania, sin embargo estaba en espera de editor. El propio Ceballos señala en una nota incluida al final de la obra que ha sido editada por Luz América Viveros, la advertencia del autor señala lo siguiente
México, octubre 4 de 1899
“La circunstancia de hallarme preso en la Cárcel de Belén con motivo de una persecución periodística hizo que las últimas partes de este libro no pudieran ser corregidas con el detenimiento debido.
El buen juicio del lector suplirá los errores más notables.”
                                                                                                         C.B.C.[23]






[1]Y celebrar ferviente y mudo,
sobre tu cuerpo seductor,
lleno de esencias y desnudo
¡la Misa Negra de mi amor!”
[2] Cfr. Carlos Monsiváis, “1 El Modernismo”, en Monsiváis, Carlos, La cultura mexicana en el siglo XX, México, editorial El Colegio de México, 2010, p. 15-20
[3]Manuel Gutiérrez Nájera, “Literatura propia y literatura nacional” en La construcción del Modernismo. Antología, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2002,  p. 86
[4] Luz América Viveros Anaya, “Retratos literarios para una galería del modernismo mexicano” en Ceballos, Ciro B, En turania. Retratos literarios (1902), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2010, p. XXII
[5] Adela Pineda Franco, “Más allá del interior modernista: el rostro porfiriano de la Revista Moderna” en Revista Iberoamericana, vol. LXXII, núm. 214, enero-marzo 2006, p. 156, http://goo.gl/tNvCNS, consulta realizada el 1 de octubre de 2015
[6] Bernardo Couto Castillo, “oro y negro”, en Cuentos completos, libro digital
[7] Luz América Viveros Anaya, “Panorama mexicano: memorias de un escritor modernista en la ciudad de México” en Ceballos, Ciro B, Panorama mexicano 1890-1910 (memorias), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2006, p. 17
[8] El decadentismo “consiste en el refinamiento de un espíritu que huye de los lugares comunes y erige Dios de sus altares a un ideal estético que la multitud no percibe, pero que él distingue con una videncia moral, con un poder para sentir lo suprasensible, que no por ser raro deja de ser un hecho casi fisiológico en ciertas idiosincrasias nerviosas, en ciertos temperamentos hiperestesiados...” Pílades (José Primitivo Rivera Fuentes), “Borrones, I. Decadentismo” en La construcción del Modernismo. Antología, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2002, p. 12e002, p. 125sidad Nacionalrviosas, en ciertos temperamentos hiperestesiadose cancelaci
[9] Luz América Viveros Anaya, “Retratos literarios para una galería del modernismo mexicano” en Ceballos, Ciro B, En turania. Retratos literarios (1902), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2010, p. XVIII
[10] Luz América Viveros Anaya, “Panorama mexicano: memorias de un escritor modernista en la ciudad de México” en Ceballos, Ciro B, Panorama mexicano 1890-1910 (memorias), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2006, p. 22
[11] Raúl Cruz Villanueva, “Reseñas. Ciro B Ceballos En turania. Retratos literarios (1902)” , en Revista Literatura Mexicana, vol.23 no.1, México, ago. 2012, http://goo.gl/gFLcTx, consulta realizada el día 29 de septiembre de 2015

[12] Ciro B Ceballos, “La Revista Moderna” en Ceballos, Ciro B, Panorama mexicano 1890-1910 (memorias), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2006, p. 367
[13] Belem Clark de Lara, Ana Laura Zavala Díaz, “El Modernismo mexicano a través de sus polémicas” en La construcción del Modernismo. Antología, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2002, p. XXI
[14] Ciro B Ceballos, “La Revista Moderna” en Ceballos, Ciro B, Panorama mexicano 1890-1910 (memorias), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2006, p. 388
[15] Rubén M Campos, “Nuestros escritores de antaño hasta 1900” en Campos Rubén M, El bar. La vida literaria de México en 1900, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013, p. 39
[16] Serge I Zaïtzeff, “Prólogo”, en Ibid., p. 20
[17] Ciro B Ceballos, “La Revista Moderna” en Ceballos , Ciro B, Panorama Mexicano 1890-1910. (Memorias), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2006, p. 371
[18] Belem Clark de Lara, Ana Laura Zavala Díaz, “El Modernismo mexicano a través de sus polémicas” en La construcción del Modernismo. Antología, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2002, p. XXIV
[19] S.A., “Jesús E Valenzuela” en Prosa Modernista, página digital, http://goo.gl/thk2z1, consulta realizada el 2 de octubre de 2015
[20] Adela Pineda Franco, “Más allá del interior modernista: el rostro porfiriano de la Revista Moderna” en Revista Iberoamericana, vol. LXXII, núm. 214, enero-marzo 2006, p. 158, http://goo.gl/tNvCNS, consulta realizada el 1 de octubre de 2015
[21] “Ciro B Ceballos” en El cuento mexicano en el Modernismo, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2006, p. 215
[22] Luz América Viveros Anaya, “Panorama mexicano: memorias de un escritor modernista en la ciudad de México” en Ceballos, Ciro B, Panorama mexicano 1890-1910 (memorias), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2006, p. 14
[23] Ciro B Ceballos, En turania. Retratos literarios (1902), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2010, p. 213

lunes, 7 de septiembre de 2015

Rendición de cuentas y partidos


Salvador Mora 
Los partidos políticos son sujetos de responsabilidades en materia de transparencia y rendición de cuentas, por lo que cualquier ciudadano tiene la posibilidad de conocer sobre la vida interna de estos actores políticos al obligarse a ofrecer la información en los plazos establecidos, ajustándose a procedimientos establecidos en las respectivas leyes. Es así que los ciudadanos no solamente cuentan con las plataformas electorales para allegarse la información que le permita analizar, evaluar y conformar una opinión. Al obligar a los partidos a que sean organizaciones  más transparentes busca superar prácticas que atentan contra la democratización de la vida política del país: inhibir prácticas nocivas como es la aportación de dinero caliente, garantizar políticas de inclusión y respeto de la militancia; sin embargo la accountability requiere un sistema de sanciones ejemplares  que vinculado con un adecuado modelo de fiscalización y de controles en el que tanto el sistema administración electoral y los ciudadanos son corresponsables.