Nuestro miedo a un mundo abierto, que contradictoriamente, forma parte de nuestro mundo de las libertades, es la restricción de nuestra convivencia a partir de una fragmentada vida que generalizada se expande por el espacio de la ciudad. Es la vida colectiva la víctima de este ambiente de generalización del miedo, desde una perspectiva arquitectónica, las garantías individuales son restringidas o nulificadas para el conjunto de los individuos. La privación es el sinónimo de seguridad conjuntada con el principio de una noción de libertad restringida, que apela al nacimiento de un mundo cerrado. Un mundo que clasifica las áreas públicas de protección a partir no sólo de la recuperación de los espacios públicos, a partir de programas gubernamentales como los establecidos por el Gobierno del Distrito Federal en los que las actividades culturales tratan de regresar al individuo, al ciudadano al espacio de la ciudad. Sin embargo, esto no es así, el público asistente se mantiene atento en el oasis que la música y la luminosidad del espacio recoge un ambiente íntimo en el que el individuo no se ve amenazado.
De la misma manera, los llamados centros comerciales mantienen la individualidad del sujeto al garantizarles su integridad con el establecimiento de sistemas de seguridad las 24 horas del día con lo que se busca que se restituya la confianza en la habitación de los espacios públicos. Pero aclaremos que, la utilización de estos espacios no materializa un mundo que incluye y que a la vez, reconstituye la convivencia colectiva, la seguridad es un deseo individual que materializa una plenitud del sujeto para sí mismo. Para ello, la presencia de los mecanismos físicos de protección como las cámaras de video, son inútiles por los espacios que escapan a los ojos electrónicos, para ello, hay la revitalización del hombre-seguridad, quien toma un rol en este sistema de inhibición que no sé si logran cumplir esta función debido a que provocan un ambiente estresante en el consumidor, al aparecer como un vigía que de manera constante interfiere en la intimidad del consumidor para circundarlo con su radios de comunicación, su voz histerizante de vigilancia, es así que se gana en seguridad pero se pierde en intimidad.
Por otra parte, las zonas restringidas a la circulación al ser redefinidas por sus propios habitantes en zonas cerradas, establecen un ambiente que es manipulado para evadirse de la violencia, esta consciente y deliberada acción de exclusión, establecen una representación que no necesariamente sustituye el hecho real, por el contrario sobrepone un ambiente altamente inestable, pues lo que se establece con esta acción de autoexclusión es reducir los riesgos, que cuando se sale ese campo selectivo, se potencia el miedo, la inseguridad. Es de esta nueva situación de la que las empresas de seguridad se ven beneficiadas, así surge la economía de la desconfianza como un campo en constante expansión en un mundo altamente complejo, producto de la otra exclusión que es producto del mercado, que da nacimiento a los parias de la modernidad (dixit Bauman).
El nuevo rostro de la convivencia es en las barreras de un mundo que está sujeto a los márgenes de la seguridad y a la reducción de la compeljidad del miedo, es decir hay un ambiente que debe ser regulado. Sin embargo, esta regulación es ficticia pues se cierran las puertas de la casa, de la calle hoy vigilada, pero se abren las puertas a la violencia de los medios de comunicación y el cine, quienes generalizan y son la fuente de motivación para configurar una sociedad inclinada a la seguridad a partir de la compra de equipos de seguridad, quizá el más destacado de todos ellos sea la compra de armas, con lo que la sociedad del miedo se universaliza como una sociedad de la violencia, contradictoriamente. Es así que aquel ambiente que anima a la exclusión, el de la violencia citadina, es por el que se estimula instituir un ambiente propicio para el hombre violento.
Ante este fenómeno social, la gran perdedora es la sociedad como ese espacio de convivencia fraternal, quedando un mundo de consumidores de la violencia.
1 comentario:
QUE CURIOSO, AHORA VEMOS EL MUNDO A TRAVÉS DE "WINDOWS"(VENTANAS)
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